Aprendiendo a celebrar

Aloha, espero que se encuentren bien y te cuento este mes celebré un año más de vida (just in case en Junio) .  Y sabes porque te lo estoy contando, curiosamente durante muchos años, mi cumpleaños era una de mis fechas favoritas. De niña hasta hace unos años atrás en mi adultez contaba los días con emoción, lo anunciaba por todos lados, y deseaba que cada persona supiera que ese era mi día . Me encantaba la idea de celebrar todos juntos, pero un día, esa emoción se fue apagando.  No de golpe, pero si en silencio.

Algunas veces por lo que sentía por dentro: una salud mental fragil, procesos emocionales no resueltos, o simplemente el peso invisible de tantas responsabilidades.  En otros momentos, la realidad financiera también jugó su parte. Pero más allá, lo que más dolía era lo interno: una voz que me hacía pensar que no era tan importante, que no pasaba nada si ese día se dejaba pasar por alto.  Y así, poco a poco, fui dejando de celebrarme, no fue ni verano, ni invierno fue algo así como un dia fuera de estacíon

Este año fue diferente. Sin pedirlo ni esperarlo, Dios usó a personas que amo para recordarme algo que había olvidado: sí soy importante. Mi amado esposo, mis padres del corazón (con ese amor sencillo y genuino que los define, se encargaron de que el día tuviera calor de hogar. Son ese tipo de personas que te miran y ya sabes que estás en un lugar seguro) y amistades muy queridas me sorprendieron con una celebración que no solo me abrazó por fuera, sino que también me tocó por dentro.  Me sentí amada, vista, rodeada.  

Y como cada año, mi familia desde Puerto Rico mi mamá y mi hermana no dejaron que la distancia impidiera demostrar amor. Sus mensajes, detalles, llamadas y formas únicas de hacerme sentir especial me abrazaron de otra manera una que solo ellas saben dar. Al igual que el resto de mi familia a la distancia en otros lares. Son esa raíz firme que permanece, aunque no podamos compartir el mismo espacio físico. Y Dios las usa siempre para recordarme que no estoy sola.

Son ese tipo de gestos constantes que confirman que el amor verdadero siempre encuentra la forma.

Ese día, fue un recordatorio de  Dios  mi vida sigue siendo un regalo digno de celebrarse, incluso cuando yo no lo sienta.. Porque a veces, no nos celebramos no por falta de gratitud, sino por falta de espacio emocional. Creemos que tenemos que estar en nuestra mejor versión para que valga la pena reunir a otros.O ese pensamiento contaste que nos hace sentir que nosotros no somo lo suficiente Pero Dios no nos mide por lo que podemos dar, Él nos ve completos incluso en medio del proceso. Pero Dios no piensa así.

Ese día me di cuenta de que celebrar también es sanar. No porque todo esté perfecto, sino porque aprendemos a abrir el corazón de nuevo, sin miedo.  Y en medio de esa experiencia, este versículo me acompañó con fuerza:  El Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso.  Él se gozará por ti con cantos de alegría. Sofonías 3:17

Qué hermoso imaginar a Dios celebrándote, no por lo que lograste, sino simplemente porque existes.  Si tú también has sentido que tu cumpleaños no es una fecha especial o si hubo un tiempo en que lo era y ya no sientes especial. Te quiero decir esto con todo el corazón:

Dios no olvida lo que antes te ilusionaba.  Y Él sabe cómo devolverte esa alegría, paso a paso, desde lo más profundo.

Este año fue un regalo, y lo recibí con un corazón que empieza a sanarse a través del amor.

Hoy celebro con más intención.

Porque he aprendido que sanar también se ve como, dejarte querer como permitirte volver a disfrutar lo que un día te hacía bien, como recordar que sí vale la pena celebrarte.

Con cariño,

Amy


Next
Next

bienvenidos…