Una promesa para una mujer virtuosa

Aún recuerdo que en la Academia Discípulos de Cristo estudiamos el libro de Rut en la clase de educación cristiana y quedé fascinada por su historia. Ella no era una mujer de muchas palabras, pero sus acciones hablan más fuerte que cualquier discurso. Fue fiel, constante y obediente en medio de un tiempo de pérdida y confusión. Quizás la recuerdes por su relación con Booz,  pero el verdadero acto de amor en su historia comenzó mucho antes. Cuando mostró ser un ejemplo de virtud en acción. Ella perdió a su esposo y no eligió el camino más fácil. Pudo haber regresado a su tierra, a sus costumbres, a lo conocido, pero decidió quedarse con Noemí, su suegra, y decirle: Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. (Rut 1:16).  Ese acto de amor y sacrificio podría considerarse uno de los más profundos de toda la Biblia, después de la cruz.  Rut eligió permanecer cuando todo a su alrededor se desmoronaba, y esa decisión de fidelidad se convirtió en la llave que abrió la puerta a su redención.  Fue una entrega desinteresada que refleja el corazón de Jesús. Rut renunció a su comodidad, a su tierra y a su pasado, para abrazar el propósito de Dios en lo desconocido.

Y esta historia es una de esas que te hace reflexionar de muchas maneras. He aprendido, al reflexionar sobre esta historia, que hay personas en nuestra vida a quienes Dios nos llama a permanecer cerca, incluso cuando es difícil. Personas que amamos profundamente, aunque no siempre comprendemos su silencio, su carácter, ni sus batallas internas. A veces, el amor verdadero no se demuestra con palabras, sino con presencia constante, paciencia y oración silenciosa. Y muchas veces permanecer cerca de alguien o mantenernos firmes en una asignación no es lo que esperábamos,  pero también puede transformarnos. Rut nos enseña que la fidelidad en medio del proceso tiene poder; que Dios siempre ve cuando elegimos quedarnos por amor y no por conveniencia.  También me enseñó que hay etapas en las que yo tampoco sabía cuál sería mi siguiente paso o hacia donde me dirijo. Al igual que tú, he vivido momentos en los que planes que creí seguros se detuvieron, proyectos se quedaron a medias y los porqués se multiplicaron exponencialmente, como si se generaran con la fórmula P(n)=a⋅bn (referencia nerda para no perder mi encanto). Uno de ellos fue cuando ‘O Wau estuvo en pausa por años, sentí que tal vez esa temporada había terminado. Pero poco a poco he entendido que, en su silencio, Dios sigue obrando.  Y cuando menos lo esperé, Él trajo un nuevo comienzo, más maduro, más consciente; propósito distinto y otra visión creativa. Aunque admito que todavía me falta mucho por desarrollar, aprender a permanecer en su propósito y disciplina, pero ahí vamos.  

Entendí (confieso que se me olvida de vez en cuando que lo entendí)  lo mismo que Rut descubrió al seguir a Noemí: que la obediencia, aun en lo incierto, abre la puerta a la promesa.  Rut no solo fue obediente; también fue constante en su fe y fiel en su carácter. Y en respuesta, Dios usó su vida para mostrar su amor y bondad. Ese es el momento justo en que la promesa de Dios pasa de ser leída a ser vivida:   Y ahora, hija mía, no temas; yo haré contigo todo lo que digas,  pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa.  (Rut 3:11) . Qué hermoso es recordar que, al igual que Rut, tú y yo no estamos olvidadas ni fuera del plan de Dios. Él ve nuestra fidelidad en lo pequeño, nuestras oraciones silenciosas y nuestras decisiones guiadas por la fe. Y en Su tiempo, Él cumple cada promesa con amor y honra. Tú y yo podemos ser mujeres virtuosas cada día: mujeres que oran, que permanecen firmes, que confían y que reflejan la gracia de un Dios que no se olvida de ninguna historia. Porque lo que Él hizo con Rut, también lo quiere hacer contigo y conmigo recordarnos que no temamos, porque Él cumplirá lo que ha prometido.

A lo largo de nuestra vida, no solo enfrentamos planes inciertos o sueños que quedaron en pausa, sino que también caminamos junto a personas que Dios coloca a nuestro lado por propósito. Personas por las que oramos en silencio, que amamos aun cuando no comprendemos todo, y con quienes elegimos permanecer no por obligación, sino porque el corazón entiende lo que los ojos todavía no ven.  Así como Rut le dijo a Noemí: “A donde tú vayas, iré yo” (Rut 1:16), no porque su vida fuera perfecta, sino porque su corazón reconoció un propósito, un llamado más allá de una simple relación de nuera y suegra. Ella decidió permanecer, amar y servir, incluso sin conocer el final de la historia. Así también Dios nos habla hoy, como le habló a Rut por medio de Booz: “Has mostrado lealtad (Rut 3:10), No temas, hija mía, todos saben que eres mujer virtuosa.”(Rut 3:11) Hoy te digo: Él sigue honrando a las que permanecen, a las que confían, a las que aman con propósito. 

 He aprendido que ser una  mujer virtuosa no se trata de perfección; es caminar con fe en lo incierto, permanecer donde Dios nos planta, aprender de las personas que Él nos confía y dejar que Él forme su carácter en nosotras. Créeme, yo he vivido sueños que se detuvieron, planes que no salieron como pensé, relaciones que me enseñan paciencia y amor. Aun así, Dios ha cumplido promesas, ha restaurado sueños y me recuerda que no estoy sola en esta historia.  Quiero recordarte que hay personas y temporadas a las que Dios nos llama a permanecer no para perdernos, sino para crecer, amar y ver cumplidas promesas que solo una mujer virtuosa puede abrazar. 

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